Cultura, historia, patrimonio y vino

Barrio de bodegas de Quel

Los barrios de bodegas constituyen uno de los grandes patrimonios de la Denominación de Origen Rioja, y como explica el arquitecto Jesús Marino Pascual, que ha realizado varios artículos y trabajos sobre la cuestión además de coordinar el libro ‘Los Barrios de Bodegas. Quel, un ejemplo singular’, los son tanto desde el punto de vista etnográfico y cultural como por tratarse de un fenómeno urbanístico y arquitectónico íntimamente ligado con la forma de ser y de vivir la viticultura en una región marcada por el vino desde tiempo inmemorial. Los barrios de bodegas explican por sí mismos la vinculación de los pueblos y las gentes de Rioja con el vino, con el cultivo de la vid y con el ciclo de las estaciones. Las bodegas actuales, tal y como las conocemos, en realidad constituyen un desarrollo natural de los barrios de bodegas cuando se le da forma comercial a la elaboración de vino y cuando en el siglo XIX aparecen las primeras marcas ligadas a un proyecto vitivinícola conjunto.

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La investigadora Elena López Ocón publicó en 2015 una tesis doctoral titulada ‘Caracterización de los barrios de bodegas subterráneas de la DOCa Rioja. Estudio y comparación de sus condiciones interiores con las nuevas bodegas comerciales’ en el que ahondaba en los orígenes, las fórmulas constructivas y la utilización de estos espacios a lo largo de la historia. La autora explica que el origen de estas construcciones surgió de la necesidad de almacenar el vino una vez elaborado, ya que en los siglos VIII a XIV el vino se hacía en monasterios o en las propiedades de los grandes señores. Con el paso del tiempo, los labradores adoptaron estas técnicas y vinificaban al aire libre, en las proximidades de los viñedos, en lagares rupestres como los vestigios que han llegado a la actualidad como los situados en la Sonsierra riojana y que como dataron de las Heras y Tojal en 1994 son de los siglos XIV y XV. El mosto que se obtenía se trasladaba en pellejos y otros recipientes como cubas hasta los calados, donde se fermentaba en cubas de madera.
En Rioja Baja también han quedado vestigios de aquella viticultura primordial de los lagares y como explica Rosa Aurora Luezas Pascual en su artículo ‘Historia del vino de Rioja’, publicado en la revista Belezos, «los lagares rupestres eran estructuras de pisado-prensado de la uva excavadas en la roca, que permitían hacer el mosto al lado de las viñas, como vemos en el Alto de la Senda del Convento, San Andrés y San Polite en San Vicente de la Sonsierra, El Portillo, Camino de las Arenas o Santa Ana y Cadalso en Ábalos, Las Gobas en Ribas de Tereso. Estas estructuras tampoco son ajenas a la Rioja Baja, como evidencia la presencia del lagar rupestre del Cogote de las Pilas en Arnedillo».
Como peculiaridad de este espacio, destaca el hecho de la presencia de una cueva orientada al sureste, de la que no se conoce con exactitud para que servía, aunque los historiadores especulan que bien pudo ser un refugio para un ermitaño.

Los barrios de bodegas tienen en común que albergan cavidades subterráneas, la mayoría excavadas en laderas por las características orográficas del Valle del Ebro, aunque debido a que son estructuras urbanas orgánicas y adaptadas al medio, su tipología varía en cada zona y en cada pueblo, dependiendo de la topografía y geología propias de los distintos ámbitos en que se localizan: cuenca del Ebro y otros valles confluentes que se zonifican en Rioja Alta, Media y Baja, tal y como recoge la arquitecto Marta Palacios en un artículo titulado ‘Los barrios de bodegas tradicionales de La Rioja’, publicado en el número 167 de la revista riojana de ciencias sociales y humanidades ‘Berceo’.

Esquema de bodega subterranea

Marta Palacios subraya que las bodega que no se situaban en el mismo casco urbano debajo de las viviendas, como es el caso de Quel, se excavaban en montículos o laderas cercanas a los pueblos por varias razones, entre ellas por la conveniencia de ubicar la actividad vinícola alejada de las zonas residenciales, porque la tipología de terrenos más blandos facilitaban su excavación y por la conveniencia de ubicar las bodegas en zonas con buena accesibilidad y con una orientación y situación favorables para la conservación del vino, ventaja que se transformó en necesidad en la segunda mitad del siglo XIX ante el auge de la producción de uva y que incrementó de manera exagerada la necesidad de disponer y construir bodegas para la vinificación. Otra de las razones por la que las bodegas se excavaron en laderas y cerros del monte era por cuestión de la propiedad, dado que estos terrenos solían ser municipales y estériles, y eran cedidos por los ayuntamientos a los vecinos que los solicitaban.

La autora del artículo explica que la percepción de estos barrios como conjunto urbano se concibe porque, «con su volumetría incide en el entorno natural, provoca su ruptura o lo complementa, llegando incluso a difuminarse con él», como por ejemplo aquellos que se encuentran separados, aislados o situados en cerros como los de San Vicente de la Sonsierra, Medrano o Entrena, que conforman conjuntos edificatorios mimetizados. En la mayoría de los barrios su volumetría está oculta, se adapta al medio natural, o los edificios que asoman sobre la tierra se pierden dentro de la masa construida del entorno de manera camaleónica. En estos escenarios, el anonimato es casi evidente, salvo para los lugareños, que conocedores de las entrañas de sus pueblos, como Logroño, Cenicero, y pequeñas localidades como Villarroya, saben que debajo de sus casas se encuentran recónditos estos espacios.

La arquitectura exterior que conforma las calles y caminos de los barrios de bodegas, continúa la autora, es en general de pequeñas dimensiones, a excepción de aquellos pueblos en los que las bodegas se encuentran integradas en el núcleo urbano y excavadas debajo de las edificaciones de viviendas, casas señoriales e incluso iglesias como es el caso de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción en Briñas. No obstante, a pesar de su pequeña escala, en la construcción de las bodegas y los calados se encuentran representadas las tradiciones constructivas de La Rioja, diferenciadas en cada zona y reflejando la evolución de los sistemas de construcción utilizados en cada época, hasta nuestros días.

Y se detiene en la peculiar tipología de La Rioja Baja: en la Cuenca del Ebro nororiental, Cuenca del Leza y del Jubera, Cuenca del Cidacos, Cuenca del Alhama y del Linares, además de ser la zona más amplia, y cuyos municipios son de mayor superficie, cuenta con el 32,8% de los barrios de bodegas. En esta zona predominan los terrenos arcillosos y de aluvión en las zonas bajas, y la construcción tradicional utiliza adobe, ladrillo y mampostería de piedra caliza y canto rodado, revocándose y encalándose los paramentos tanto al interior como las fachadas.

Marta Palacios ahonda en la vinculación de los barrios de bodegas tradicionales con la esencia viticultora de los pueblos que las albergan puesto que son el resultado de una economía de subsistencia y el reflejo de una estructura de propiedad y explotación agrícola minifundista. Huetz de Lemps describió la estrecha ligazón entre la viticultura y la pequeña propiedad en el Alto Ebro. Esta relación se puede apreciar hoy en día en que a medida que se desciende la cuenca del Ebro en La Rioja, el tamaño de la propiedad, la de los pueblos y los términos municipales aumenta.
La existencia de pequeños propietarios como un signo de identidad del Rioja desde el comienzo se refleja además en el análisis de las calas y catas realizadas por los comisarios que controlaban la recaudación por los datos de la dispersión de la explotación del viñedo y el vino. En base a los Amillaramientos realizados en el periodo 1860-1990, las cifras analizadas sobre la estructura social de los agricultores de La Rioja a finales del siglo XIX y principios del XX indican que dos tercios de los campesinos eran asalariados y no disfrutaban de ningún tipo de propiedad agrícola y además no todos los propietarios eran autosuficientes y podían vivir de sus parcelas.

Mapa del inventario de bodegas de La Rioja

La arquitectura exterior que conforma las calles y caminos de los barrios de bodegas es en general de pequeñas dimensiones, y como explica Marta Palacios, «a excepción de aquellos pueblos en los que las bodegas se encuentran integradas en el núcleo urbano y excavadas debajo de las edificaciones de viviendas, casas señoriales e incluso iglesias como es el caso de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción en Briñas. No obstante, a pesar de su pequeña escala, en la construcción de las bodegas y los calados se encuentran representadas las tradiciones constructivas de La Rioja, diferenciadas en cada zona y reflejando la evolución de los sistemas de construcción utilizados en cada época, hasta nuestros días». Y concluye lo siguiente la investigadora: «La arquitectura de las bodegas tradicionales no tiene nombre y apellidos, pero es identificable con un lugar y un tiempo, ya que es fruto de una actividad colectiva, más o menos espontánea, como respuesta a una necesidad, la de elaborar y almacenar vino, y que se ha adaptado al entorno y a sus circunstancias».

La periodista Maria Casado recogió en un artículo en Diario La Rioja el inventario de este tipo de construcciones que existen en la región: «Esa riqueza se ve refrendada por las cifras: 128 barrios de bodegas, repartidos en 89 municipios -casi en la mitad de los 174 poblaciones riojanas- y en casi un centenar de núcleos urbanos. Todo ello según el estudio ‘Barrios de Bodegas tradicionales de La Rioja’ llevado a cabo en el 2011 por la arquitecta Marta Palacios, a través de una beca del Colegio de Arquitectos de La Rioja (COAR) y su fundación cultural (FCAR). «Y aún puede haber más, algunos no son sencillos de localizar, porque pasan desapercibidos o por su estado», reconoce. De ellos, casi el 60% tienen tipología de ‘ladera’, en torno al 28% están en llano y el 12% en cerro».

Viejas botellas en el calado de la bodega tradicional de Queirón en Quel

Los barrios
de bodegas
en el Valle del Cidacos

María Asunción Antoñanzas Subero y José Manuel Martínez Torrecilla realizaron un trabajo publicado en la revista ‘Vida Rural’ sobre las bodegas tradicionales en Santa Eulalia Bajera y Arnedillo, y explicaban la proliferación de estas construcciones en Rioja Baja: «El valle del Cidacos, en el periodo anterior al gran auge del vino del Rioja presenta viñedos desde la entrada del río en La Rioja, en Enciso y Munilla, hasta su desembocadura en el Ebro, en Calahorra. Encontramos bodegas tradicionales en el casco histórico de Calahorra, aunque sobreviven poquísimos ejemplares; Autol, Quel, en Arnedo, con bodegas urbanas y una zona de bodegas en el entorno del Cerro San Miguel; Herce, con bodegas en el entorno del Monte del Salvador, Préjano, con bodegas urbanas y en Santa Eulalia Bajera y Arnedillo». Es decir, que estas construcciones eran muy habituales en esta zona de la Denominación de Origen Rioja y poseen sus propias características.

«La bodega tradicional en el valle del Cidacos se adapta a la orografía y a las características del terreno, que va pasando de materiales arcillosos en su desembocadura, a otros rocosos más o menos duros a lo largo del valle, lo que en buena medida determinará la forma en que se excavaron y la necesidad de uso de pilares y arcos de mampostería. En Santa Eulalia Bajera nos hallamos en una zona de areniscas blandas mientras que en Arnedillo se trata de un sustrato de roca caliza. El esquema de la bodega tradicional es al mismo tiempo sencillo y efectivo. En líneas generales, la bodega consta de una parte construida, la caseta, y otra excavada o calado. Normalmente situados en la parte construida estaban los elementos para la extracción del caldo: un lago, donde se deposita la uva para ser pisada y realizar la primera fermentación, un torco, en el que se recoge el caldo y una prensa, donde se procesa la brisa u oruja después del pisado. En la parte subterránea o calado se hallan los depósitos y tinas para la fermentación y almacenamiento. A partir de este esquema general se pueden dar algunas variantes: la falta de algunos elementos, como el lago, la prensa o ambos, que se compartirían por varias bodegas y la situación de los lagos y prensas en el calado».