La Rioja mediterránea

Rioja Oriental
Rioja Oriental y la belleza de sus paisajes de invierno son uno de los grandes desconocidos del Rioja.

El río Ebro desciende en su discurso fluvial hacia el Mediterráneo pero las viñas están cada día más altas sobre las faldas del sistema Ibérico. Las tierras de Alfaro, la sierra de la Hez, la mole magnífica de Yerga, horadada de bodegas como las del peculiar e histórico barrio de bodegas de Quel donde se asienta Queirón. O Aldeanueva de Ebro, con su inmensa potencia varietal; Grávalos, Tudelilla, desde las curiosas fincas del entorno de La Pedriza, –un auténtico mar de cantos– hasta la impactante bodega medieval aparecida en el yacimiento arqueológico de La Noguera. Ausejo, Alcanadre, la ribera navarra, la zona del castillo de Clavijo y tantos otros espacios de esta subzona de Rioja que ofrecen lo mejor de sí mismos a una filosofía esencial para comprender el vino de la DOCa Rioja en su conjunto, tanto en su tradición, en su evolución como en la importancia que ha tenido históricamente para el coupage de los vinos que han dado fama universal a Rioja en el mundo.

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Tradición
e historia

La tradición vitivinícola de Rioja nace con la presencia romana y la zona de Rioja Oriental fue pionera en el cultivo de la vid en los terrenos que ahora ocupa la DOCa. El ánfora hallada en Contrebia Leukade (Inestrillas) –datada en el siglo II a.C– demuestra tanto el consumo como el comercio de vino procedente casi en su mayor parte de las regiones de Campania, Etruria y Falerno en la península itálica. A finales del siglo I a.C se inició el cultivo sistemático en la actual región riojana, con vitivinicultura a gran escala en el Valle del Ebro, Falces, Funes, además de Graccurris Ivlia (Calahorra), Gracurris (Alfaro) o Tritium Magallum (Tricio), tal y como demuestra la multiplicación de representaciones de vides, hojas y uvas sobre objetos cerámicos. Es decir, la viticultura como un medio de vida y riqueza y su unión con otros cultivos como el olivo y el cereal, la trilogía de la Dieta Mediterránea que ya estaba en las márgenes sureñas del Ebro en los orígenes de nuestra era.
La Historia del Rioja se expresó a lo largo de los siglos como una de las vocaciones esenciales de una tierra marcada por el dominio árabe, la Reconquista, el Camino de Santiago y el gran impulso de los Monasterios, tanto San Millán de la Cogolla como Tudején y su influencia en La Noguera de Tudelilla, uno de los últimos grandes descubrimientos que demuestran la sintonía de estas zonas del Ebro con el vino y su cultura. Pero no es hasta 1970, con el histórico reglamento del Consejo Regulador, cuando se definen las subzonas de Rioja: Rioja Alta, Rioja Alavesa y Rioja Baja, que recogía los pueblos de la provincia de Logroño situados al este del río Iregua y las localidades navarras que desde siempre han acompañado a La Rioja en su aventura vinícola.

Desde finales de los años cuarenta del siglo pasado comenzaron a fundarse bodegas cooperativas en esta zona, desde la de Quel (1947), pasando por las de Aldeanueva, Arnedo, Ausejo y Alcanadre (1956) hasta la última de Calahorra en 1959. Con el auge del cooperativismo comenzaron a crecer los viñedos en La Rioja Baja: de las 7.700 hectáreas de 1881, hasta las 18.000 de 1960. El nacimiento de estas cooperativas no fue gratuito y tiene mucho que ver con la estructura de propiedad y liderazgo empresarial del conjunto de la DOCa Rioja: los pequeños productores fueron perdiendo fuerza ante los compradores de uva de otras zonas de la región que, cada vez, imponían condiciones más abusivas, por lo que surgió la idea de unirse frente a ellos formando una única bodega.

La historia de Rioja Oriental es la historia y los sueños de muchos viticultores que viven por y para su viñedo. Muchos de ellos saltaron de las cooperativas a crear sus primeras marcas, a dibujar la nueva memoria de un territorio casi virgen y desconocido, donde se siente con orgullo que más de la mitad de su producción de uva se haya vendido a las otras dos zonas de Rioja para completar sus vinos y hacer posible el estilo coupage.

Rioja Oriental
El olivo es una de las grandes riquezas de la biodiversidad de este territorio de Rioja.
Rioja Oriental
Una imagen de Peña Isasa desde La Pasada, en las alturas de Yerga.

Geografía
suelos y clima

La zona de Rioja Oriental está delimitada por el río Leza y la sierra de Cameros (al este del río Iregua), siguiendo la ribera del río Ebro hasta el río Alhama y ocupa los territorios comprendidos entre Logroño y Alfaro, incluyendo los ocho municipios navarros de la orilla izquierda del Río Ebro. Si se realiza un recorrido por Ebro de este a oeste, se puede observar que desde las Conchas de Haro hasta Logroño el cauce adopta un trazado de meandros más o menos encajados en el terreno. A partir de Logroño, el valle se ensancha como si buscara la luz y las superficies se escalonan a ambos lados de lecho. A medida que nos alejamos del río las plataformas presentan más altitud y son más antiguas, tal y como sucede en la zona de Yerga y singularmente en las cumbres de Quel. El suelo confiere características diferenciadas a un vino y el clima en La Rioja es el aspecto más determinante para su calidad. Pero cada vez es más decisiva la importancia de la altitud respecto a las variaciones climáticas; es decir a la temperatura y la pluviometría.

Territorio Queirón
El suelo pobre de los viñedos incide en la personalidad de los vinos de Quel.

En Rioja Oriental los viñedos se localizan en un discurrir de alturas que va de extremo a extremo, de norte a sur. De los 300 metros de las parcelas más cercanas al lecho fluvial a los más de 700 metros de altitud de las laderas de las desinencias del Sistema Ibérico que forman la sierra de la Hez y la más oriental de todas, que es la sierra de Yerga.

En semejante almazuela de suelos, microclimas y alturas, mezclada con la riqueza varietal y las diferentes tradiciones vitivinícolas de cada pueblo, resulta sencillamente asombrosa la multiplicidad de formas y estilos de vino. Tanto las que ya conocemos como los nuevos proyectos que se han puesto en marcha en los últimos años, como es el caso de nuestra bodega Queirón.
Desde el punto de vista físico, en los suelos riojanos destacan una serie de aspectos como la estructura o la forma en la que se disponen sus elementos físicos (arcilla y humus). La combinación suelo-clima del entorno del Rioja ofrece al cultivo de la vid unas condiciones excepcionales para que el fruto llegue a la fase de elaboración en condiciones óptimas. También es muy importante el color del suelo, que viene determinado por la atmósfera y la temperatura más próximas y que, obviamente, tiene una importancia esencial en la maduración de la uva. En la zona de Rioja Oriental los colores del suelo son más claros que en otras zonas porque tienen menos materia orgánica y por lo tanto son menos fértiles y productivos. El color rojizo denota la presencia de arcillas cercanas a la superficie y el color más blanquecino, que atiende a la presencia de altas proporciones de carbonatos, especialmente carbonato cálcico. La pedregosidad es otro factor determinante en los suelos de viñedo, ya que el contenido de gravas afecta positivamente a la actitud del suelo para el cultivo de la vid y es muy característico de los suelos cultivados con viñedo de terrazas y glacis.

Racimo de uva de Bodega Queirón
Suelo con piedras, característico de los pasados fluviales de esta zona.

El sector riojano del valle del Ebro presenta características de un clima con ciertos rasgos de continentalización que alcanza su máxima expresión en Rioja Oriental. La zona de Rioja Alta es más atlántica y la oriental más mediterránea, aunque en el caso de los viñedos de Queirón, la altura de los viñedos confiere una expresión muy diferente a los vinos puesto que recibe la insolación mediterránea (óptima para la maduración) y la frescura de la altura, con gradientes térmicos mucho más extremos que en las zonas más bajas de valle, lo que ahonda en la profundidad de sus vinos, en la maduraciones lentas y sosegadas.

Grano de uva Queirón