Una joya
de la historia

El barrio de Bodegas de Quel (datado en el siglo XVIII) es una verdadera joya de la que se tienen referencias en catastros históricos como el del Marqués de la Ensenada (1752) o el de Pascual Madoz (1851), en los que se recogen la existencia de más de 350 cuevas o bodegas para elaborar vino en un pequeño cerro queleño situado en la margen sur del río Cidacos.

Interior de la bodega histórica Queirón

Una imagen del espectacular calado familiar de Queirón en el histórico Barrio de Bodegas de Quel.

En la actualidad, cuenta con unos doscientos calados que configuran un complejo y curioso entramado de galerías y excavaciones subterráneas a distintos niveles. Todas estas bodegas son lineales, con estructura muy similar: el lago se encuentra en la entrada, junto a una pila (llamada torco) para la extracción del vino tras pisar las uvas. También disponían de prensa y de espacios u oquedades laterales para las cubas, que solían tener dos medidas: 90 y 200 cántaras. El fondo de las cuevas se utilizaba como almacén tanto de barricas como de botellas.

Con la evolución de las técnicas de cultivo y del transporte de las uvas, en las bodegas se adaptaron las luceras; es decir, los curiosos, originales y genuinos sistemas queleños de conducción de la uva desde la parte superior del cerro donde se asienta el barrio hasta cada uno de los lagares. Ese espacio de la zona alta del barrio de bodegas está repleto de pequeñas construcciones dotadas con una puerta frontal de madera para proteger la zona de recepción de las uvas.

Toda la elaboración del vino se realizaba utilizando la fuerza de la gravedad y este sistema es el que ha aplicado la familia Pérez Cuevas en su nueva bodega Queirón, como fiel depositaria de la identidad queleña labrada por generaciones de viñadores y que ahora da un paso más allá en la búsqueda de calidad y pureza.

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El barrio de
bodegas de Quel
un ejemplo singular

El dramaturgo Bretón de los Herreros, queleño de fama universal, es el autor que ofrece la primera visión de conjunto del barrio de las bodegas de Quel y lo describe con meridiana nitidez:

«Al margen opuesto hay otra peña paralela a la ya citada, no tan alta, pero más tratable, y por tanto, que fácilmente y a poca costa han podido labrarse en ella sobre trescientas bodegas, número casi igual al de los vecinos, y algunas muy espaciosas. Tal es la cosecha de vino recogida en una vasta llamada a espaldas de las bodegas, que por ella ha sido necesario fundar una nueva población; y es de notar que bastando al culto del Salvador, una mediana iglesia con el apéndice de una triste ermita en el campo, Baco tuvo allí más templos que tuvo en Grecia. Para visitar estos dionisíacos adoratorios, cosa que a muchos y muy a menudo acontece, se trepa por una cuesta, no de largo camino, pero digna de rival en ardua y pedregosa y resbaladiza de las que escalan el Pirineo o las Alpujarras, si es de admirar que ni hombres, ni animales se despeñen a la subida, el no precipitarse a la bajada (por razones que no se ocultarán al lector) téngolo por maravilla».

Manuel Bretón de los herreros
Cuevas en el barrio de bodegas de Quel

La peña dulce queleña a la que se refiere el catastro de Pascual Madoz, publicado en 1851.

El libro ‘Los Barrios de Bodegas. Quel, un ejemplo singular’ es una obra de referencia para conocer la historia concreta del Barrio de Bodegas de Quel y con él iremos de la mano para conocer hasta el más mínimo detalle la evolución, la historia y la geografía más íntima de un espacio ligado con la viticultura y con la esencia de los hombres y las mujeres de esta zona de La Rioja desde tiempo inmemorial y que además es piedra angular de la filosofía de Queirón.

Manuel Bretón de los Herreros describe el barrio y lo sitúa en la orilla sur del Cidacos a su paso por Quel, en un espacio conocido como Las Coronas y del que ya teníamos referencia por ser muy apreciado por sus buenas características como zona de cultivo, aunque las viñas se plantaban en suelos mucho más pobres. Parece que este farallón donde se excavaron las bodegas estaba dividido en dos zonas, aunque con el tiempo esa división se ha hecho completamente imperceptible. Hay referencias que atestiguan que también hubo más bodegas río arriba en un término conocido como La Cilla. En Quel existieron otros dos espacios de bodegas: en la zona de la salida del pueblo hacia la actual carretera de Calahorra y en el casco urbano de la propia ciudad, sitas en algunas casas con cuevas en las construcciones más próximas a la Peña del Castillo. Los autores del libro señalan que la autoría de esta apreciación apareció documentada por vez primera en el libro ‘Arquitectura popular de La Rioja’, obra de Luis Vicente Elías y Ramón Moncosí de Borbón, que fue editado por el Ministerio de Obras Publicas en 1978.
En la referencia al Catrasto el Marqués de la Ensenada de 1752, citada por Felipe Abad León en su libro ‘La Ruta del Cidacos’, publicado en Logroño en 1978 por la editorial Ochoa, se detallaban los siguientes datos del barrio de bodegas: «Quel tenía 296 casas útiles en las que vivían 338 vecinos cabezas de cabezas de casa, que en dicho número incluyen 59 viudas y tres solteras. También había 30 solares, en los que se incluían ocho casas derruidas. También había cuatro casas de campo y 224 bodegas fuera de la población en tres barrios que llaman Las Coronas que contienen en todas 50.000 cántaras de cubaje».

En 1985 el Colegio de Aparejadores reeditó el ‘Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España’, de Pascual Madoz publicado en 1851, que también informa sobre Quel y su barrio de bodegas: «Al frente de la población, al otro lado del Cidacos y a distancia de unas 700 varas, se encuentra una cordillera de peña dulce que corre toda la margen derecha de dicho río desde Arnedillo hasta Autol, en la que se han abierto más de 350 cuevas o bodegas para encerrar vino». Los autores acotan que en el recuento de Madoz se habla de 200 fanegas de viñedo, que «se nos hacen muy escasas y de 11 destilerías con 6.000 cántaras de aguardiente de producción».

Barco y Elías también se detienen en la cuestión del aguardiente en Quel, puesto que según ellos «merecería un trabajo, ya que desde 1776 en que Juan Delhuyar compraba vinos picados en esa localidad (según relata Jesús Palacios Remondo, en su libro ‘Los Delhuyar’, editado por la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja en 1992), se citan estos destilados y la aportación de otros empresarios. Alaine Huetz de Lemps, recoge en su libro ‘Vignobles et vins du Nord-ouest de L’Espgane’, publicado por el Instituto de Géographie de Burdeos en 1967, que «en 1790, un catalan de Resu D. Josef Revet, installa à Quel une enterprise comptant 6 ‘calderas’ et capable de brûler 600 cántaras de vin par hour». También aparece alguna descripción de barrio de bodegas copiada de Madoz e, incluso, el tamaño de alguna de ellas: «Elles se rassemblent toutes: le long d´une grande nef de 25 á 30 mètres sur 4,5 m. de large, on été creusés del alvéoles où sont logés les tonneaux. Près de l’ entrée sont installés les cuves de fermentation et les pressoirs».

Justiniano García Prado, en un artículo publicado en el número 12 de la revista Berceo en 1949 titulado ‘Las cuevas habitadas de Arnedo’, describe así las cuevas vinícolas de esta zona tan peculiar de La Rioja Oriental: «La naturaleza de los cerros terciarios y su estructura geológica los hacen muy indicados para tales destinos, siendo frecuente la existencia de un barrio de bodegas en los pueblos vitivinícolas, los cuales se ven concurridos y animados en los días de vendimia y con las tareas propias de la vinificación. Las de Quel, Autol y Arnedo, y en general las del Valle del Cidacos, son muy interesantes, tanto por la importancia de su forma y capacidad».

La forma
de las bodegas

La tipología más habitual de la cueva de las bodegas tradicionales de Quel es la excavación horizontal a la misma altura que el acceso. Los desniveles interiores denotan las sucesivas obras de ampliación que sufrieron a lo largo de los años. Tal y como explican Marco y Elías, todas las bodegas son lineales y con anchuras máximas muy similares. Además, al construirlas se seguían las necesidades que imponían las propias labores de la elaboración del vino: el lago se encuentra en la zona más próxima a la entrada de la bodega para facilitar al máximo la recepción de la uva que llegaba en los tradicionales comportillos.

Tuferas en las bodegas de Quel

Las luceras donde se recepcionaba la uva y caía por gravedad al lagar de cada calado.

Interior de bodega histórica en Quel

En las bodegas más grandes puede haber hasta dos lagos, que por lo general tienen dos metros de profundidad con capacidades que oscilan entre las 1.000 cántaras (que equivale a 16.000 litros de vino) y las 2.000 cántaras. Al ser bodegas de una sola planta, necesitan de otra cavidad muy cercana al lago para la extracción del vino, llamada ‘pila’, para extraer el vino y trasladarlo a las cubas. Estas pilas contaban con sus propias escaleras para llegar al ‘torco’, que es donde ser recogía el vino. Los autores explican que ésta es la razón por la que los lagos de Quel no son tan profundos como los de los barrios de Rioja Alta, en los que las bodegas suelen tener dos plantas.

La prensa se situaba cerca de lago en un recoveco de no más de dos metros de diámetro. En los últimos años de utilización de las bodegas, estas prensas eran de banastas y hierro y la jaula exterior estaba constituida con un cerco de listones de madera. La base era plana de hierro de la que salía el tornillo central y en la parte superior se disponía el cabezal, que por lo general por medio de una palanca iba descendiendo hasta un cabezal que oprimía el conglomerado de hollejos. Como no todas las bodegas disponían de prensa, y por lo tanto de un espacio para su colocación, se trasladaban los hollejos de unas a otras para las labores de prensado. Los autores también se detienen en el uso social que tenían las bodegas, ya que el primer espacio antes de llegar al lago servía como lugar de reunión familiar, resguardo y hasta cocina y calefacción, ya que algunas cuevas disponían de su propio conducto hacia el exterior de humos.

En el interior de las cuevas se disponen espacios laterales para las cubas, que solían tener dos medidas: 90 y 200 cántaras. También se dio un fenómeno a partir de los años treinta del siglo veinte, la construcción de tinos de cemento básicamente en las bodegas de los viticultores que decidieron no entrar a formar parte de la cooperativa. El fondo de las cuevas se utilizaba como almacén tanto de barricas como de botellas.

Las cuevas del barrio de bodegas de Quel nacieron para la elaboración y la conservación de vino y sólo con el cultivo del champiñón en los años setenta algunas se dedicaron a tal fin durante un espacio muy reducido de tiempo puesto que pronto el cultivo de hongos se trasladó a instalaciones de carácter industrial. Los autores explican que las bodegas se excavan por dos cuestiones: necesidades térmicas y características de los terrenos. Las condiciones climatológicas de Quel hace sea necesario mantener el vino aislado térmicamente y, además, las bodegas se realizaron en terrenos comunales orientados al norte para mantener la frescura en el verano. Elías y Barco se detienen en un aspecto muy singular de estas construcciones, puesto que se trata de espacios privados en zonas de uso público. Se iniciaban solicitando permiso al Ayuntamiento para comenzar la perforación. Así, en la mayoría de las localidades riojanas la bodega no estaba inscrita en el registro municipal, aunque se consideraban cesiones y la propiedad de las oquedades pasaba de una generación a otra.

Cómo se elaboraba el
vino en las bodegas queleñas

Durante la vendimia, la uva se llevaba en comportillos a la bodega y se depositaban en el lago sin diferenciar variedades ni color. No había demasiada uva blanca en esta zona de Rioja: la ‘temprana blanca’ se destinaba a uva de mesa y la moscatel se empleaba para su consumo directo y para colgar en los altos y elaborar el supurao con uvas pasificadas. Con la evolución de las técnicas de cultivo y del transporte de las uvas, las bodegas se adaptaron sobre todo en el tema de la recepción de la vid tras la vendimia con la implantación de las luceras; es decir, los curiosos y originales sistemas de conducción de la uva desde la parte superior del cerro donde se asienta el barrio.

En las bodegas de Quel se llevaban a cabo dos tipos de vinificaciones: 70 por ciento de vinos tintos y el resto claretes. Veamos cómo se vivificaban los tintos: se echaban las uvas en el lago y la fermentación podía durar entre diez a quince días. La técnica para conocer si el proceso había culminado era poner una vela y si se apagaba es que todavía estaba fermentando el mosto. En los lagos en los que se podía, se pisaba la pasta cada día para romper los granos y facilitar el proceso. Y es curioso, una vez acabada la fermentación, se dejaba una jornada más el caldo con los hollejos para que adquiriera color, una técnica de maceración que hoy en día se sigue empleando para las extracciones más suaves de los materiales colorantes de las uvas.

El caldo caía por la canilla y se llevaba a las cubas en pellejos de piel de cabra y después mediante bombeos, al principio manuales y a partir de finales de los años cincuenta, con electricidad. Una vez que había salido el vino de lago, se dividía en dos partes lo que quedaba en la pila y se amontonaban los hollejos unos sobre otros para que siguiera escurriendo con más facilidad el caldo. Al día siguiente se hacía lo mismo con la parte contraria y el vino que se obtenía era el que muchos consideraban como el de máxima calidad.

Los hollejos se sacaban en cestos y se llevaban a la prensa, donde con una fuerza de 500 kilos se podían realizar hasta ocho prensadas por jornada. Con estos hollejos prensados se realizaban los aguardientes y anisados que tanta fama han dado a Quel.

Los claretes se elaboraban macerando los hollejos después de ser pisados y prensados. El mosto se dejaba fermentar en las cubas. Estos vinos tenían más color que los claretes de Rioja Alta. Si no alcanzaban el color que deseaban, introducían hollejos dentro de la cuba (materia colorante) durante la fermentación. En enero se sacaban en la única trasiega a la que se sometían.

Elaboración de vino en las bodegas queleñas

La construcción
de las bodegas

Las bodegas de Quel se horadaban los días lluviosos y fríos de invierno en los que era imposible trabajar en el campo. Como se cuenta en la obra, cuadrillas de vendimiadores de las zonas sorianas de San Pedro Manrique y Yanguas pasaban grandes temporadas en Quel realizando las cuevas u otros menesteres propios del invierno. El trabajo fue completamente manual (picos, palas, azadones, barras, barrenos, mazas y punteros), en ningún caso se emplearon explosivos.

El trazado de cada cueva se hacía tomando como referencia las cuevas existentes; había expertos que por medio de golpes a las paredes eran capaces de conocer la distancia exacta a la que se situaba la cueva vecina. Algunas cuevas están muy cerca unas de otras pero mantienen la suficiente distancia para que el espesor de la pared fuera totalmente consistente. En relación a su época de construcción, parece que danta del siglo XVIII y aparecen inscripciones de años concretos como 1788 y 1760.

Con la constitución en 1947 de la Cooperativa de San Justo con 15 miembros (aunque después se agruparon la mayoría de los viticultores de Quel) las bodegas se quedaron sin su función más importante, aunque en algunas de ellas se haya continuado con la elaboración de vino hasta la actualidad. A finales de los años 60 del siglo pasado se produjo una gran crisis del viñedo que llevó a una gran disminución de la superficie dedicada a la vid, lo que también influyó en la reducción de viticultores y por lo tanto en la utilización de las bodegas tradicionales del barrio.

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Recepción de la uva

Recepción de la uva por las luceras situadas en la parte superior del barrio de bodegas.

Recepción de la uva

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Caída al lago

La uva cae al lago, donde las fermentaciones podían durar entre diez o quince días

Lago

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Pisado tradicional

Pisado tradicional de la uva. En los lagos se pisaba la pasta cada día para romper los granos y facilitar el proceso

Pisado de la uva

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Maceración

Una vez acabada la fermentación, se dejaba una jornada más el caldo con los hollejos para que adquiriera color. Se trata de una técnica de maceración que hoy en día se sigue empleando para las extracciones más suaves de los materiales colorantes de las uvas.

Maceración

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Descube

El caldo caía por la canilla y se llevaba a las cubas en pellejos de piel de cabra.

Caldo

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Elaboración

Una vez que había salido el vino de lago, se dividía en dos partes lo que quedaba en la pila y se amontonaban los hollejos unos sobre otros para que siguiera escurriendo con más facilidad el caldo. Al día siguiente se hacía lo mismo con la parte contraria y el vino que se obtenía era el que muchos consideraban como el de máxima calidad.

Rellenado

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Prensado

Los hollejos se sacaban en cestos y se llevaban a la prensa, donde con una fuerza de 500 kilos se podían realizar hasta ocho prensadas por jornada

Prensado